sábado, 24 de abril de 2010

A lo lejos, París

Leyó la nota, un adiós en letras mayusculas con su nombre pegado a la nevera en un imán de "JE T'AIME, PARÍS", sentóse en la silla de la cocina, mientras preparaba un aromático café arábico en la cafetera vieja. Todavía en camiseta y calzoncillos azules, descalzo. Atónito pensaba. Ocurrió. Ausencia densa como el líquido negro que contenía la taza con el dibujo de "le chat noir" recuerdo de su estancia en Mont-matre, la semana de un año bisiesto que ya no recordaba, porque ya no estaba, al final, se veía venir desde el principio, tuvo fuerzas y valor, pese al amor ciego que le profesaba, para coger sus escasas pertenencias y marcharse, nada hacia pensar anoche que lo iba a dejar, hicieron el amor como siempre, intensamente, volcando sus lenguas sobre cada poro de su piel, escrutando rincones que ya no eran desconocidos, puntos débiles que ocasionaban ráfagas de placer, pequeñas descargas eléctricas que conducían al climax mediante el orgasmo mutuo, las respiraciones entrecortadas, las miradas idas, por un momento le pareció recordar unos ojos lagrimosos, bellamente azules, mientras con sus brazos lo abrazaba fuertemente, lo amaba y eso le dolía. Era sábado por la mañana se amarró las zapatillas y fue a comprar el periódico, la olvidaría, como a todas, en los brazos de otra, aunque quizás por unos segundos creyó que la amaba, en alguno de los días compartidos, creyó que su corazón latía con fuerza, en las risas, en su sonrisa, en el optimismo que desprendía aquella mirada ingenua a la que conoció un día ya lejano en París.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De verdad que es tan facil, o prosiaco olvidar Paris?
En brazos de otra, se acumulan abrazos, pero no se olvidan amores.
Bueno como siempre, lo cual es un descanso entre tanta mediocriidad.
Taliesin

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