sábado, 23 de octubre de 2010

Eterna confusión

   Sordos  susurros caían en la noche espesa, envueltos por una niebla húmeda. 
   Y espesa. 
  Y con unos ojos fijos tras una ventana, entre las cortinas agarradas por una pequeña mano con un muñeco aferrado a la otra. Miraba asustada, ella, desde sus ocho añitos, la nada que rodeaba la casa.  Temblaba su labio infantil, unas lágrimas resbalaban por su blanca mejilla. 
  Allí, ignorantes, arrogantes y urbanitas, se encontraban, una familia, víctima propiciatoria de la expectante noche. Olía a campo y estiercol, olía a tragedia y horror. Octubre en el calendario. El olor a uva rezumaba por toda la comarca.
   Estaban en una casa de diseño, en un entorno rural, rodeados por viñas de hojas caducas dispuestas en hectareas perfectas, ventanales de amplios cristales con vistas a la finca que los rodeaba, en la que ni para dentro ni para fuera habrían más pasos de humanos, las voces quedas que escalofriaban su tierna espalda - "niña sabelotodo" repetían , roncas, desde el abismo-,así lo presagiaban.
   Eran una pareja con  dos niños, parejita de piojosos, ella embarazada, un no nato entre la sangre, él con barba de fin de semana más feriado que alargaba la estancia en aquel bello paraje diurno que en las tinieblas de la oscuridad  les separaba del resto de personas , alejamiento ocasional alcanzado con años de trabajo y estrecheces, pero en el que encontraron  su paraiso soñado tras dos años de noviazgo ejemplares más boda por todo lo alto acorde a sus respectivos estatus sociales que los elevaba en una falsa nube de confortabilidad. Ahora, sin saberlo, sería su última morada antes de cruzar hacia el Averno.
   Él, sin saber  el porqué, sentíase inquieto tras el sexto whisky de la noche, algo en el silencio exterior lo alarmaba. Sin soltar el vaso con hielo  se cercioró de que las puertas de la casa estuvieran bien cerradas, nunca lo había hecho, pero en aquella noche,- "dichosa niebla" pensaba-, había algo extraño, comprobó las estancias de los niños, el pequeño cabezón rubio dormía a pierna suelta tras un día en el que sus cuatro años no habían parado de corretear y jugar hasta caer rendido, era agotador pero sus inocentes travesuras lo hacían reir, lo arropó, tiernamente, depositando un etílico beso sobre su frente, el tufo a alcohol hizole fruncir su nariz. Luego se acercó a la habitación de Salma,  dormía plácida, era su luz, la quería tanto, al contrario de su hermanito, era tranquila y se entretenía con dibujos y cuentos,  acarició su blanca mejilla y siguió su particular ronda, todavía inquieto, pero algo más tranquilo mientras orinaba a salpicones por la taza del retrete. Lo que no supo ese padre protector, es que, al sentir sus pasos, la pequeña Salma se acurrucó en sus miedos con el edredón de dibujos Disney y fingió estar dulcemente dormida, quizás si le hubiera dicho lo que sentía  hubiera podido evitar la desgraciadas circunstancias que acaecieron en esa noche infausta, la sangre no hubiera corrido, los demonios que rodeaban a esa familia hubieran desaparecido, pero con su silencio sólo provocó que aquellas voces que la atormentaban cruelmente, se riyeran de su cobardía , risas enfermas, risas de otro mundo, donde los espíritus se aburren hasta  que localizan una fuente en la que escampar la vida con pavor y gritos, aullidos en  la luz decreciente de una luna testigo desgraciada.
   Sentada en el sofá del salón leía una revista, mientras, la gestante, interiores, cosas de casa, para la casa, para los baños y la cocina, sus cinco meses removíanse inquietos en su vientre que no quiso acariciar, le repugnaba, fruto de una noche aislada con un chulo de barra de discoteca que la atrajo con aquella penetrante mirada que la desnudó,  con aquellas caderas que se ajustaban tentadoramente a su pelvis mientras bailaban, ebria de deseo y alcohol . Un encuentro entre amigas acabó con un embarazo inexplicable, aunque sabía que era de él, que aquella noche de pasión sin límites fue poseída como nunca en su acomodada vida lo habían hecho, los remordimientos vinieron al día siguiente, su firme decisión de que aquello sólo fue una vez se abrió paso entre los temblores de piernas que le entraban al recordar la intensidad con la que había gozado con aquel hombre sin nombre ni dirección, del que no supo nunca más, pero el cual le dejó el peor de los regalos, su semilla acusadora, que movíase inquieto y no querido cinco meses después. 
    En una atmósfera enrarecida bajó él, tambaleándose ligeramente, lo miró desaliñado, carente del atractivo que deslumbraba a los demás en días laborables, pero que al llegar al hogar se transformaba en un ser vulgar y un amante pésimo tras aquella experiencia extramarital, los orgasmos fingidos fueron la pauta, los cinco minutos de sexo que de tanto en tanto le prodigaba, se convirtieron en tortura rutinaria, las nauseas de los primeros meses y los malestares disimulados la salvaron de tener que yacer con aquel al que sentía que ya no amaba, más bien la moneda de la relación se había dado la vuelta y día a día el rencor y el odio se abrieron paso en su pecho, la furia en sus ojos quedaba oculta tras las gafas de lectura, pero lo detestaba, de un modo irracional que progresivamente había aumentado a proporciones dementes, cuando se apoyó sobre la chimenea vió la escena de todo lo que después ocurrió, se vió a ella misma coger el rompehielos de la cubitera y asestar su hoja contra la espalda  de su marido atravesando ese corazón que en un medio aliento de vida la miró atónito al contemplar la transformación semi-demoníaca de aquel ser que supuestamente lo amaba, le reía las gracias, le ordenaba las corbatas, trajes y calzoncillos, la madre de sus dos hijos, esputando saliva  con palabras odiosas mientras descargaba una y otra vez desfigurándole el rostro, ensangrentadas las manos hasta los codos. 
    La escena había sido contemplada por la niña, ellos le habían dicho lo que iba a suceder, el padre que tenía lo mataba la madre que tuvo, ya no era su madre, poseída por un instinto infernal, la irracionalidad e había apoderado de sus caricias, las patadas del ser de su vientre, luchaban como un latido fútil ante la desgracia que se desarrollaba. 
   Le abrió la puerta, por un momento creyó que algo terrible le ocurriría, desconocía la muerte, pero conocía el miedo ,  entre sollozos y temblores se había aferrado a su peluche, era su madre después de todo, no podía huir de ella, su amor materno filial era aún más fuerte que su instinto de supervivencia, -"sal fuera", dijo con voz gutural-, subía escaleras arriba con el cortahielos, Jaime no tenía salvación y lo que quedaba de su padre encharcaba de sangre el suelo del salón con los ojos desorbitados y una mueca de sorpresa, el vaso roto esparcíase en cachos irregulares.
  Salió a la bruma, sus pequeños ojos azules no veían más allá de la exensión de su brazo. Un estruendoso ruido la agazapó todavía más en su miedo y la caída del cuerpo inerte de su hermanito a su lado la hizo gritar desesperada mientras risas escandalosas taponaban sus orejitas, su tierno cerebro estallaba en pánico, el destrozado cuerpo de Jaime anunciábale que era la próxima, su nombre flotaba entre la niebla, roja, en una despavorida huída hacia ningún lugar,  con las piedras clavadas en su pie izquierdo, el que descalzo iba, saliendo del jardín y adentrándose entre las inquietantes viñas de hojas caducas, con la brisa ululando su nombre entre un silencio que la atormentaba, con voces de ultratumba, no le quedó más que agazaparse cerrando los ojos fuertemente, deseando que todo aquello fuera no más que una pesadilla en la que despertaría al alba volviendo todo a la normalidad, pero no sería por que en el balanceo compulsivo sin tió la fria hoja penetrando en su cuerpecito, llevándose su último aliento de vida, sus temores desaparecieron de golpe, se encontro en la misma nada que la niebla ocultaba ante sí, un últimó segundo de vida le alcanzó para observar a su madre clavando el cortahielos contra su vientre, fuera de sí, enardecida en la locura de una noche sinsentido.
  Y despertó convulsionada y convulsa de su pesadilla, con la agitación en su respiración entrecortada, lo malo era que realmente su madre también despertaba de su ensoñación transformando su imaginación en realidad y la realidad se convirtió en un  bucle temporal y espacial del que nunca más salieron, sumergiéndose en una eterna confusión entre la vida y la muerte...



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