miércoles, 29 de septiembre de 2010

a la luz que ilumina

SUCEDÁNEO 1
La luz que ilumina la noche oscura 
las estrellas son, con las que sueño,
el  pasado en el que alguna vez viví , 
a través de su luz, ora más cercana, 
antaño más lejana, quiero creer en mí
en lo que queda de aquel niño que fui,
inocente y puro, cuando la magia 
escondíase
entre los recovecos del noble corazón
al que la realidad apuñaló inmisericorde
con la crueldad propia de lo inhóspito.

SUCEDÁNEO 2

Y fuimos creciendo, separados,
hasta que el destino vital nos unió
hasta que las piedras 
con las que tropezábamos
una y otra vez
en la vida
permitieron en una de las caídas
encontrar la luz recíproca
de aquel brillo en nuestros ojos.


SUCEDÁNEO 3
 
Pero lo que se nos da, otorgado,
no es siempre fácil, hay que luchar,
luchar contra las inconveniencias absurdas 
de realidades dispares, 
el agua que tiende a escaparse
entre los dedos de nuestras manos
al sentir el roce de las caricias
preludios de besos infinitos
que nunca acaban mientras enamorado 
se está,
luego viene el pensamiento
la razón social de un sentimiento,
el chequeo mutuo,
aquella luz que de niño
iluminaba los sueños
entretelados por una cortina,
había recorrido un largo camino 
hasta que la calidez de tus abrazos
hollaron mi cabeza,
entre la dulzura de tus susurros,
cuando ya iba a morir 
para el amor
vinistes tú
y me lo descubristes.




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