viernes, 16 de mayo de 2014

El tren de cercanías




 Paquetes de pañuelos sobre asientos vacíos en un silencioso vagón de lunes por la mañana, la misma chica de negro cabello enmarañado, sucio y sin brillo, con una nota explicando miserias que deberían conmoverme para el óbolo del remordimiento culpable si no fuera por la rutinaria mendicidad, a la misma hora de lunes a viernes.  Los ojos falsamente distraídos en el paisaje cambiante pero visto mil veces. El tren nos lleva al mismo destino por diferentes motivos y razones, compartimos ese breve momento en el vagón de cercanías, pero lejos, separados por unos límites invisibles. La batalla diaria del disimulo frente al ruego de unas pupilas suplicantes, extrañamente bellas, tenía el resultado de un silencio del que nada nos sacaría ahora. Ni antes. Ni después.

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