martes, 29 de julio de 2014

CRÓNICAS DEL BARRIO

Un helicóptero sobrevuela la noche de la ciudad muerta, ausente de sí misma, en un trozo de ella, en una lucha desigual que se disputa entre enmascarados variopintos, los unos tras sus cascos contra los otros tras sus pañuelos palestinos, en la calle, tras razones opuestas. El orden y el caos enfrentados. Las fuerzas antidisturbios adecuadamente equipadas por el odio de clases, miedosas y privilegiadas, frente a los que nada tienen, más que unos sueños rotos materializados en escombros de lo que hasta entonces había sido su punto de encuentro, un sitio del mundo en el que, de repente, parecían estorbar.
Se oyen gritos de dolor, de ánimo, de lamentos, de miedo. Contenedores inflamados por llamas de rabia, desalojo forzoso de apestados sociales. Piedras, palos, el propio cuerpo. Banderas anarquistas, revolucionarias, la LGBT, la diversidad grupuscular a través de unos simbólicos trapos. Escudos, porras, escopetas de proyectiles viscolásticos, furgones, muchos furgones, hombres, muchos hombres.
Los daños se valoran a través del puto dinero (porque el dinero es puto, no tiene alma, se justifica a través de su circulación sin importar el cómo ni con quién) por la prensa silenciosa y vendida a los de siempre. Pero no hubo noticias, hasta el tercer día, en los medios locales, nada interesaba que ocurriera en la ciudad atacada por sus propios anticuerpos incontrolados. 
Cristales rotos, hogueras rebeldes  iluminan la oscuridad, mobiliario urbano destrozado, pero al final es el dinero manchado lo que importa, no importan las razones, no importa el querer vivir al margen del sistema de los corruptos y de los mafiosos, refugiados en una legalidad dudosa que ellos mismos se hacían a la medida de sus trajes de Armani. Es la ciudad muerta, con plañideras sirenas de fondo, embebida en su burguesa soberbia, castigadora implacable de la insumisión que se atreve a contradecirla, el no acatamiento de normas caducas, los extraños elementos que vandalizan la calle en una batalla perdida.
Las aspas ruidosas hace rato que desvelan el sueño de JM, piensa envuelto en la penumbra de un cigarrillo bajo en nicotina, medios ilimitados para la represión, no hay disuasión alternativa. Siente cierta admiración por ellos, por su arrojo, por su inconsciencia, son jóvenes, posiblemente creen estar en un videojuego, pero están dentro de una realidad perversa que no les deja participar si no es a través de la rabia. Derribar símbolos tiene sus consecuencias, templos seglares de sentimientos encontrados, de intereses comunes expresados a través de inquietudes y estéticas diferentes. Tatuajes, piercings, sin nada en la piel, camisetas de tirantes, chupas de cuero, sombreros de tela, gorras a lo Che Guevara, calvos, depilados de cuerpo entero, fumadores de porros, bebedores de cerveza, individualidades diversas que se expresan cada cual a su manera. 
Tras minutos agazapados en el programa nocturno de deportes, sus ojos se cierran al sueño reparador de una existencia sin substancia y aborregada en vagas excusas, poco queda de la inquietud, salvo unos pensamientos turbios.

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