ONAN EN LA DUCHA
Me entretuve entre, lo que me pareció, una mirada lasciva y la raja de sus hermosos pechos, erguidos, duros, sin sostén que los oprimiera, liberados, mientras recogía los libros y carpetas que se cayeron en un choque casual por andar pensando en musarañas y en Raquel, la novia a tiempo parcial que me dejaba cuando le apetecía encamarse entre otras piernas y la que, en camino inverso, me pedía volver cuando recien encontraba una chica con la que calmar las penas de la abstinencia sexual, toda vez que otra vez había decidido encamarse en los brazos de un no sé quien del equipo de natación de la universidad, pensaba en el sinremedio de una relación de dependencia absurda.
En esas andaba, en esas me ensoñaba, en la perturbación del impacto de mis brazos con aquellas fabulosas delanteras acompañadas por una dulce sonrisa con ojos color a miel, "perdón señorita", alcancé a decir, tragando saliva ante la contemplación, involuntaria, de unas braguitas fucsias de florecillas que asomaban por la estrechez del hueco de su minifalda que existía a la orilla de la puerta de una cafetería, "discúlpeme usted caballero de la larga melena y pantalones ajustados marcando paquete", podría haber escuchado, hubiérame gustado escuchar, obviamente, en realidad, sólo alcanzó a decir "discúlpame tú, iba distraída" entonces podría haber enlazado el suave terciopelo de su mano a la velluda y aspera rugosidad de la mía con aquella mirada lasciva con la que fantaseaba, con aquellos pechos ajustados a una camiseta de tirantes, blanca, traslúcidos pezones, con dibujos indescifrables, me había invitado a un café o yo la había invitado a un café, la ocasión lo propiciaba, el lugar, el momento, las circunstancias personales, allí estaríamos o estábamos los dos, hablando, dando rodeos en los preámbulos, pero que en la distorsión de lo imaginado recordaba que ella me contaba, entre confesiones y confianzas, que era prostituta, pero no de las de esquina y anuncios en el periódico, dijo así como de alto standing para ejecutivos calvos, famosos que intentaban ser famosos y políticos de tres al cuarto que tiraban de la visa oro de no sé que ayuntamiento generoso en licencias bajo mano. Embelesado por unos labios perfectamente definidos, en el calor de una situación que elevábame la temperatura, amén de la punta que envolvía al prepucio, y que alcanzaban a invitarme a la habitación de un hotel de lujo para entretener al tiempo, divirtiendo nuestros cuerpos sudorosos entre sábanas de seda, a que llegara el titular de la visa oro que había pagado los favores sexuales que tan profusamente le prodigaba Eva, porque así se llamaba la prostituta, y todo esto ocurría mientras con Raquel cruzábamosnos a la salida del italiano café, acompañada de un imponente tipo, pero absorta ella en los pechos rosados que imaginábame yo en esos momentos, pero como en toda perorata fantástica que tenemos de nuestros pensamientos la realidad tenía muchos peros, tras recoger los libros y tragar saliva por las braguitas fucsias, ella amablemente se despidió, es cierto que su perfumada mano tocábase con la mía, no es cierto que nos invitáramos a un café, la situación es que yo fuí el único que se tomó un café en aquel lugar y sí que ví al tipo que, en una mesa apartada del local, magreaba generosamente los senos de Raquel, mientras tanto Eva, ni tan siquiera sabía si se llamaba así, era un nombre cualquiera que usé para la fantasía, alejaba sus encantos con el dulce vaivén de sus caderas al compás de un taconeo envolvente, nunca más se cruzaron nuestros caminos, aquella raja que marcaban sus senos, aquellas braguitas fucsias, aquel perfume que quedó como rastro en mi mano, eran el único recuerdo mientras el chorro de agua templada caía por mi espalda en el momento justo, agonizante, en que mi mano llevábame al orgasmo made in Onan con el que eyaculaba tembloroso una imagen que fue un instante y duró lo que una masturbación bajo la ducha puede durar.
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