domingo, 26 de diciembre de 2010

No tenía culpa

  "Escucha bien lo que te digo", fue lo que dijo, pero no escuchó , acaso siquiera oyó el runrún de sus palabras emitidas en la desesperación del que se le han acabado las mentiras  llenas de engaños, perfidias y traición (algo que había escuchado en el alguna canción de no recuerda qué autor), se fue pensativa, con lágrimas pesadas que ennegrecían el perfecto pómulo de su mejilla derecha, tantas veces besado, amado y sentido.

  No esperó a ver el rastro de sangre que brotó de su labio inferior cuando el bofetón le dió, ni el "espera, puedo explicarlo", mientras desnudo intentaba tapar lo evidente, una erección de caballo junto a un perfecto trasero presto a ser gozado segundos antes de que la puerta se abriera. 

  Ella,  con la excitación de los primeros momentos preliminares, besos, sexo oral y otros pasos previos al prometedor coito, interruptus en una situación confusa, no  se había inmutado por la escena, acostumbrada a las mentiras de los hombres, siempre casados, siempre mintiendo, buscando en barras de bares lo que ya tenían y no sabían disfrutar. Escupe su indolencia mientras le ve gemir lágrimas suplicantes de mal perdedor. Esa parte la enferma, con indiferencia y asco se viste, ropa interior para la ocasión desperdiciada por la decepción profunda, el déjà vu, silenciosa, meditando como el encanto falso con el que después de bailes, copas y risas se dejó convencer, arrastrada por la irresistible labia de aquel fabulador de engaños. 

  Lo deja en sus intentos desesperados por resucitar la grieta que se abre en un matrimonio infiel. Abandona, sin despedirse de quien no lo merece, aquel cuarto tercera del doscientos tres de una calle cualquiera, hace frío y la parada de metro está en la esquina, afortunadamente, a la que no llega porque un objeto contundente impacta violentamente en su nuca, la ira de la frustración acabó con la vida de aquella preciosidad desparramada en la desierta calle, sangre en los oídos, fin. Una mujer habla por un teléfono móvil, lágrimas en el pómulo, habla agitada,"ya subo y hablamos, no te preocupes".
 Escueta noticia en el diario del día siguiente. No tenía culpa.
   Lo que después pasó es difícil de contar y explicar, tal vez en otra ocasión, alguien, en algún lugar, contará la continuación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una historia anodina, converida en brutal, eres genial.
Un beso
Taliesin

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